A veces, el cuerpo no pide comida, sino una sensación de saciedad. No de calorías, sino de algo más profundo. Un puñado de nueces es una forma sencilla y familiar de apoyo que puede convertirse en una señal interna: me escucho.
Las nueces son textura. Es el sonido al crujir, al masticarlas lentamente. Es un amargor en el regusto que evoca profundidad. Para los hombres, también es un símbolo de fuerza, pero sin agresividad.
Cuando el cuerpo está cansado, cuando una sensación de pesadez o tensión imperceptible surge desde abajo, las nueces funcionan como un ancla interna. Un puñado, no más. Pero si las comes conscientemente, sientes cada trozo, te das tiempo, el efecto no tardará en llegar.
Es bueno combinarlas con agua tibia o dátiles. No son un energizante ni un estímulo. Es un recurso que actúa silenciosamente. Y eso es lo que a veces más se necesita.
Posted inComer como un acto delicado
Un puñado de nueces es más que un simple refrigerio
